Escenas de Estambul- Agosto 2019
1.
Habitación de hostal en Sultanahmet. Somos cuatro mujeres: Una congoleña que trabaja en moda, carga dos valijas gigantes con carteras, bolsos, ropa, maquillaje de marca para ella, para vender, para sus producciones de moda. Ha vivido en EEUU, Dubai, Europa y no sé cuántos lugares más. Habla muchos idiomas y sonríe aún más. Quiso visitar el “Istambul eye” su último día aquí. Ya había estado en el de Londres y uno en América (como le dice a EEUU).
La chica árabe, que no sé de qué país es y va de pañuelo, no entiende cómo no le gustó vivir en América (también le dice así). Se mostraba muy segura con su cuerpo y sin ningún pudor de mostrarlo puertas adentro. Habló largo rato con alguien por videollamada e hizo un comentario sobre que los hombres estaban para regalar cosas o que para eso (conseguir regalos) éramos mujeres.
La tercera se llama Sara y tampoco sé de dónde es. Es rubia y viste a “lo occidental”. Habla con la congoleña en un francés que de vez en cuando se convierte en inglés y con la árabe en otra lengua. También viaja con una valija enorme llena de cosas. Dice que es porque no tiene un lugar fijo. Es la que más duerme y la que aún sigue en el hostal.
2.
Tranvía lleno. Chica turca con pañuelo viajando con varias mujeres (también con pañuelos) y un hombre de su edad. No pudieron salir en su parada por la cantidad de gente. Sólo una lo consiguió. Y sólo ella se quejó e intentó hacer algo.
3.
Estoy tomando mate y escribiendo frente al Bósforo. Paro a observar y escuchar el llamado al rezo. Siento que alguien me mira, me doy vuelta y un niño de 5 años me sonríe y extiende su mano llena de “palitos de gluten”. Le devuelvo la sonrisa. Termino de girar y veo a su madre, su tía y otro niño. Con un gesto le digo que no. Cuando quiero agradecer, me sale hacerlo en alemán. No logro recordar cómo se dice en turco. Cuando quiero explicar por qué, me sale en portugués. Mi cuerpo no entiende dónde está ni qué hacer con tantos estímulos. Le sale hablar en idiomas desconocidos.
Opto por el universal y les ofrezco unos chicles. El niño agarra varios. El más grande me explica que no le gustan. “I don´t like”, dice todo orgulloso. Es todo el inglés que hablan.
Me señalo y digo “Laura”. Cada uno dice su nombre. No logro retenerlos. A falta de palabras, intercambiamos muchas sonrisas.
Miran el mate. Les explico lo que es, tomo para mostrarles cómo se hace y les ofrezco uno. No quieren. Creo que no se animan.
Ellas tienen pañuelos y vestidos largos. Seguro son más jóvenes que yo.
En un momento, la madre se sienta a mi lado, abre su cartera y saca un paquete de papas chips. Toma una servilleta y me pone varias. Las acepto. Entre un inglés muy básico y sus manos, me explica que hace 7 años que vive en Estambul, que es de Arabia Saudita. El árabe es su idioma, luego aprendió turco y en tercer lugar inglés, por lo que ya no tiene más espacio para otros idiomas, que se confunde. La entiendo perfectamente.
Creo que es maestra. Seguro es la madre de los dos niños. Le insisto con el mate, pero no quiere.
Con señas me dice que me vio escribiendo, luego “Nice to meet you” y vuelve con su hermana y sus hijos.
Yo contemplo un rato más. Agradezco en silencio tantos regalos, me despido y sigo.